"Pelé good; Maradona better; George Best."

11.2.11

Un encuentro con la Gran Bestia Pop by HB

 
 

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vía Patos trastornados de El señor H el 31/01/11

Alrededor de La Bestia Pop circula, por las radios de La Plata, un mito que ya lleva unos veinte años. Se dice que difundir ese tema de Patricio Rey es mufa, yeta, da mala suerte. Se suelen contar anécdotas nunca probadas sobre la caída de una antena, o la rotura de un techo, o más llanamente el descalabro de la silla del operador de turno, en caso de que el tema en cuestión sea incluido por el programador en la pauta musical,
Pero hay otro mito, menos pavote, que se superpone. Es el del Negro José Luis, personaje platense que lideró la hinchada de Gimnasia desde los 70 hasta su muerte, en la segunda mitad de los 90, y que inspiró esa canción de la dupla Solari-Beilinson.

Ya a principios de los 70 tenía fama de pesado, y no le interesaba mucho desmentirla. Había todo un grupete como él que orbitaba por los conciertos en Atenas, y por los pocos salones de juegos electrónicos. Por ejemplo, el Taracha, que andaba en bicicleta y siempre con un cuchillo en el cinto. Una vez, a los 14 años, yo lo miraba jugar al flipper al Taracha en la feria de Cáritas, y no sé qué fue lo que dije que al tipo no le gustó, sacó el cuchillo y me lo acomodó entre las bolas. Como para no volver por más.
En cuanto al Negro José Luis, caminaba por el centro e imponía respeto, cuando no pavor. Si te lo cruzabas, tenías que olvidarte de las historias que se contaban, porque corrías el riesgo de ser tomado por el miedo, y si le demostrabas miedo al Negro, él iba a percibir en principio que no lo querías, y todo se podía complicar.
Podía ocurrir que lo vieras en estado lamentable, drogado, con tembleque, y que te pidiera unas monedas. "Uy loco, mató", te agradecía, cuando le dabas las chirolas.
Y sobre el Negro se tejían, además, infinidad de versiones. El punto más alto fue la que decía que era el hijo no reconocido de un juez que se llamaba igual que él, José Luis Torres. Se contaba también que la única vez que cobró en la cancha, la ligó nada menos que con el loco Gatti, a quien el Negro fue a reprochar un par de goles medio boludos que le habían hecho, y el Loco lo abarajó a bolsazos.

Con los años, se llegó a decir que sobrevivió a varias cuchilladas, algunas callejeras en peleas con otras hinchadas, y otras en la cárcel de Olmos, a donde el Negro fue a parar varias veces por consumo de falopa.
Pero no seré yo quien cuente la vera historia del Negro. Mi viejo amigo Gabriel Fernández ya lo hizo muy bien –con el amor de un tripero- en una extensa nota publicada en Página 12 en el 2001. Búsquenla.
Sólo quiero contar de la noche en que estuve a punto de tener un problema con él.
Fue en el invierno de 1993, durante una fiesta organizada por un grupo de teatro independiente. Yo salía con una actriz de ese elenco, a la que llamaré S. Había mucha, mucha gente en esa fiesta, que transcurría a cielo abierto en un gran patio. Iba a tocar una bandita, incluso, no recuerdo cuál.
Y bien: el Negro estaba en esa fiesta, con un grupo de amigos. Se notó algún gesto nervioso en algunos concurrentes: ¿qué hace el Negro acá? Pero la fiesta era abierta, y el Negro José Luis tenía tanto derecho como cualquiera a estar ahí.
En algún momento nos cruzamos, me pidió un cigarrillo, lo convidé. Fue allí cuando el Negro posó su mirada sobre mi chica. Quedó como hipnotizado. No le sacaba los ojos de encima. S. se puso nerviosa y me pidió que nos corriésemos de lugar. Lo hicimos, y el Negro venía con nosotros, no le perdía pisada a la joven actriz de teatro independiente, y no parecía tener ningún límite. De hecho, yo no existía para él. Sólo S. y sus ojazos.
Carajo, tenía que hacer algo. ¿Plantarme ante el Negro y decirle "dejá tranquila a la chica, que está conmigo?" No iba a jugar al héroe, era hombre muerto. Nadie se le plantaba así al Negro. Pero algo tenía que hacer, era una cuestión de honor.
Fui a la barra y pedí una especie de florero lleno de fernet con coca. Con tremendo vaso en la mano lo encaré a José Luis . Con el vaso y la mejor de mis sonrisas, le dije "Neeeeegro, todo bien? Qué bueno verte!". Nos abrazamos, se puso contento. Andá a saber quién pensó que era. Estaba feliz de que alguien estuviera feliz de verlo, y que además le obsequiara tremendo vaso de fernet. No sé de dónde saqué coraje e inspiración para hacer lo que hice.
Cuando empezó a bajarse el fernet, con S. nos escabullimos y lo perdimos de vista por toda la noche.
Nunca lo había tenido tan cerca a José Luis Torres, la Gran Bestia Pop. Una fiera sensible, vulnerable como todos. Al cariño y al fernet, desde luego.
En cuanto a mí, no puedo inventar una historia heroica, onda Gran Pez, para jactarme de nada. Es algo mínimo, levemente pícaro.
La última vez que vi al Negro José Luis fue en la feria de Plaza Italia. Estaba sentado en el pasto, un domingo de sol, junto a una chica y una beba que según supe después, era su hijita. Estaba entre sedado y apagado. Poco después iba a morir durante una operación de vesícula.
(Dedico este post a todos mis amigos triperos, en especial a Mario Arteca. A todos los que fuimos adolescentes en los 70 y vimos crecer el mito del Negro. Y al querido Roberto Sanguinetti, viejo compañero de colegio, triperísimo, que nos dejó en los últimos días)

 
 

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